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Entrepatios – Las Carolinas, el primer cohousing en derecho de uso en de Madrid ya es realidad

  • Las 17 unidades familiares de la promoción Las Carolinas de la cooperativa Entrepatios ya habitan un edificio de consumo casi nulo en el distrito de Usera.
  • Un modelo no especulativo de propiedad colectiva de la vivienda, la sostenibilidad ambiental y el apoyo mutuo son las tres señas de identidad de esta iniciativa.

A pocos metros del río Manzanares, en el distrito de Usera, el primer edificio de vivienda colaborativa en derecho de uso de la ciudad de Madrid ya es una realidad. Las Carolinas es una de las cuatro promociones de la cooperativa Entrepatios, que trata de construir un modelo alternativo al mercado especulativo inmobiliario con criterios sociales y ambientales. Algunas de las claves de este proyecto que comparten ya 53 vecinas y vecinos, entre pequeños y mayores, son el derecho de uso, un régimen inmobiliario entre al alquiler y la compra que comienza a abrirse paso en España, un edificio con estructura de madera y consumo energético casi nulo y una comunidad basada en el apoyo mutuo.

Además de Las Carolinas, con 17 viviendas, Entrepatios cuenta en Madrid con otras tres promociones: una en Vallekas, que se encuentra en el proceso de construcción del edificio, así como La Tercera y La Manzana, a la búsqueda de solar.

Un edificio con ‘certificado CO2nulo’

En un contexto de emergencia climática, este proyecto tiene desde sus orígenes una clara apuesta por el ecologismo. Así, el edificio está construido según el estándar Passivhaus, un tipo de construcción que persigue que la demanda de energía sea la menor posible, de consumo casi nulo, evitando las pérdidas de calor y de frío mediante un alto grado de aislamiento y estanqueidad del edificio. 

Por otra parte, estas viviendas se han diseñado para que no tengan ninguna emisión de CO2 en el uso, ya que está 100 % electrificado, genera 32 kW de energía fotovoltaica in situ y tiene un contrato con una comercializadora de energía 100 % renovable, la Sociedad Cooperativa eléctrica La Corriente. Para minimizar su impacto en la construcción se ha empleado madera, un material que captura CO2, renovable y certificado FSC.

'Desde la fase de diseño, calculamos y redujimos al máximo la huella de carbono del edificio'. Iñaki Alonso, Arquitecto al frente de sAtt

En el edificio no hay ningún elemento de combustión, ni en climatización ni en cocinas de gas, de manera que no se va a emitir nada de CO2 en su uso (salvo las asociadas a las energías renovables, que son mínimas). Así, el impacto en términos de CO2 está en lo que se generó durante el proceso de construcción. Iñaki Alonso Echeverría, vecino de la cooperativa y arquitecto al frente de sAtt Triple Balance, el estudio de arquitectura que ha llevado a cabo el proyecto, señala: “Desde la fase de diseño, calculamos y redujimos al máximo la huella de carbono del edificio, en este caso, con un impacto de 1.300 toneladas. Estas emisiones se han compensado con tres programas, uno de reforestación en Guadalajara, otro de energías renovables en Namibia y otro de biodiversidad en Kenia”. Y añade: “Compensar no supone barra libre para contaminar, al contrario, significa que nos responsabilizamos de las emisiones generadas por nuestra actividad. Sumado a lo anterior, logramos un edificio con certificado CO2nulo”. 

La construcción se ha realizado con materiales lo más  ecológicos posible, como la estructura de la casa, que es de madera con certificado FSC (garantía de una buena gestión ambiental y social). De este modo se generan edificios más ligeros con un menor impacto y con una durabilidad, al menos, igual que la de la construcción con hormigón. 

Además, también se reciclará el agua de la lluvia y se pretenden reutilizar las aguas grises, con una estimación de ahorro de 750.000 litros cada año. 

Construir la casa común: el apoyo mutuo 

El último año de pandemia y el arranque del 2021 con Filomena han afianzado en Entrepatios la convicción de que las personas necesitan unas de otras al ser interdependientes y vulnerables y que los cuidados para la sostenibilidad de la vida son centrales, como apuntala el pensamiento y la práctica feministas. 

En esta comunidad se articula de otro modo el vínculo entre lo individual y lo colectivo, lo privado y lo público. Aunque cada cual conserva la privacidad en su casa, se comparten servicios e infraestructuras, como las zonas comunes, un taller y una lavandería. Asimismo, todas las unidades familiares participan en un grupo de consumo que apoya la producción agroecológica y de proximidad. 

Esta comunidad de vecinas y vecinos  también ha tenido oportunidad de compartir los cuidados de las personas que componen el grupo. Natividad García Padilla, otra de las vecinas de Las Carolinas, lo ilustra: “Por poner un par de ejemplos, a comienzos de año, con el parón de Madrid por las nieves, las familias se organizaron para cuidar de las niñas y niños que no tuvieron cole durante esos días. También hemos atendido las necesidades de las personas que han tenido que guardar cuarentenas por la pandemia de covid”. 

Desde lo privado se construye así lo común, de forma participativa, porque las vecinas y vecinos han participado y participan de forma asamblearia en todos los procesos de toma de decisiones, desde el diseño y la distribución de los espacios a las decisiones de convivencia que se toman en la actualidad. Se trata de cimentar unas relaciones vecinales lo más democráticas e igualitarias posibles. Pero además, y no menos importante, se trata de sentar las bases para unas relaciones basadas en la producción de vínculos de reciprocidad y de cuidado mutuo.

La vivienda como bien de uso, no de mercado

A las puertas de una crisis económica profunda, en un momento en que el acceso a una vivienda digna es cada vez más costoso en todo el planeta, y con una Ley de vivienda en ciernes que sigue sin garantizar este derecho fundamental, la cesión de uso plantea una alternativa al mercado inmobiliario especulativo. Este modelo entiende la vivienda como un bien de uso, no de mercado. No hay personas propietarias de las viviendas, sino usufructuarias. Ane Varela Mateos, una de las vecinas de la cooperativa, explica: “En Entrepatios, las vecinas pueden disfrutar de una vivienda durante un tiempo indefinido y participar en la toma de decisiones sobre su diseño y su posterior vida, pero sin llegar a adquirirla en propiedad. La propiedad es colectiva, de la cooperativa, no de cada una de las personas que habitan las casas”. 

Desde Entrepatios se pretende impulsar este modelo y que se replique una vez que se ha demostrado que es posible, para lo que es necesario el apoyo público de las administraciones con la generación de derechos de superficie sobre suelo público (como está sucediendo ya en ciudades como Barcelona), medidas económicas y ‘fiscalidad verde’ . “Además de la cesión de uso, desde Entrepatios apoyamos otras medidas como la aprobación de una Ley de Vivienda que garantice el acceso a la vivienda digna, asequible, accesible y adecuada, que se paren los desahucios de personas vulnerables, se promuevan alquileres sociales o se regule el precio de los mismos”, añade Varela Mateos. 

Aunque este modelo es aún bastante desconocido en España, con apenas 200 viviendas integradas en cooperativas en cesión de uso,  tiene una larga tradición en otros países europeos, como Dinamarca, y también en Uruguay y en Canadá. En Québec, por ejemplo, existen 30.000 viviendas asequibles repartidas en 1.300 cooperativas, y en Uruguay otras 30.000 que representan el 2,58% de toda la vivienda del país. 

Además de entender la propiedad de forma colectiva y no privada, esta iniciativa se ha financiado con fondos procedentes de la denominada banca ética, en concreto, Fiare y Triodos Bank. Las entidades que han participado de forma directa en este proyecto son: Lógica’eco, TécnicaEco y GEOH.

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